...
Un cuento de aquellos dedos que nos dan la libertad de tocar,
de sentir y caminar una vez más por el sendero ubicado frente a mí...
Cuento que existe un día en que hallarán mis dedos,
a aquellos que veo a cuatrocientas millas desde acá,
suaves y dulces como la miel recién cultivada,
esos encantadores dedos que cubran lentamente mis mejillas.
Cuento que esos dedos están al otro lado leyendo estas palabras,
y son aquellos disparatados dedos impacientes por el mundo,
impacientes por la llegada de aquellos acompañantes que los tomen y se sumen para subir lentamente entrelazados hasta llegar a tu pecho.
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